10. La prosa castellana en la Edad Media
La prosa en lengua castellana cobra importancia en el siglo XIII, gracias al empuje del rey Alfonso X el sabio que se ocupó de legislar (Las siete partidas), de escribir la historia (La historia de España y la General estoria), de hacer libros de ciencia (Tablas alfonsíes), y incluso libros de ocio (El libro de los juegos) todo ello en castellano. De esta forma nuestra lengua ocupaba el mismo prestigioso lugar que las lenguas clásicas en las que siempre se habían escrito los textos importantes. La lengua de la iglesia seguía siendo el latín, pero la lengua civil era el castellano, que cada día se ocupaba de más aspectos de la vida y del saber, ya no era solo una lengua doméstica.
Además, aprovechando la confluencia pacífica de las culturas judía, musulmana y cristiana en muchos de sus territorios, Alfonso X impulsó la Escuela de traductores de Toledo, y otras muchas escuelas de estudios superiores y de traducción que aparecieron en Sevilla, en Murcia, etc.
En estas instituciones, sabios de las tres culturas traducían textos del griego, árabe, hebreo, latín y castellano entre sí.
Ya en el siglo XIV, un sobrino de Alfonso X, Don Juan Manuel, se convirtió en el primer autor en castellano que cultivó la prosa de ficción. Entre sus obras destaca El conde Lucanor.
El conde Lucanor es una colección de cuentos como otras muchas que se difundieron en la Edad Media. No son cuentos originales, la mayoría de ellos provienen de traducciones orientales, clásicos o incluso populares. Los cuentos se presentan como ejemplos y contienen una enseñanza. El libro se articula del siguiente modo: existe un marco narrativo, unos personajes que sirven de hilo conductor, el conde Lucanor y Patronio, su ayo. Cuando el conde tiene un problema pide consejo a Patronio y este, en lugar de decirle qué debe hacer, le cuenta un cuento que le sirve de ejemplo. Al final del cuento aparece la persona de Don Juan que aprueba el cuento y manda que se escriba. Cierran el relato unos versos a modo de moraleja.
Otras muchas colecciones de cuentos se escribieron en la Edad Media con una estructura similar, un marco narrativo y unos personajes que sirven de hilo conductor. Este es el caso de Los cuentos de Canterbury, de Geoffrey Chaucer, o El Decamenrón, de Giovanni Boccaccio.
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